El siglo del tubérculo

Nubarrones de luz acuchillados con rayos UV. Cordillera con nieve en sus picos mayores. En el ojo que todo lo ve aparecen rios. Ahora el ojo que todo lo ve se fija en los valles. Los pulentos cerros tetones se hacen planicies. El ojo que todo lo ve pone pupila en el único humano caminando por el sector: Suerte de hombre sin edad que camina apoyado en una vara. Viste a la uzansa de pieles y andrajos. Junto a él caminan dos lobos, uno blanco y otro negro. El paisaje se hace territorio. En la plaza pública hay piedras redondas y achatadas. Resulta ser un calendario. El hombre de los lobos se encarga de administrar  el sistema del tiempo para los habitantes del lugar. Cuando llega todo comienza a funcionar para ellos. Él solo se sienta en una de las piedras apoyado en su bastón. Los lobos se echan a sus pies y entran en sueño. Los habitantes le respetan, honran y al mismo tiempo le tienen distancia. Tampoco las mascotas del lugar osan siquiera en mostrar algún gruñido a las bestias que acompañan a quien determinará los aspectos del clima para el nuevo año. El sol llega sin nubes al mediodía , la mollera del señor sentado en la piedra ubicada en el centro de la plaza circular del pueblo cae perpendicular, justo en ese preciso instante él abre los ojos y manda por el recadero, un niño hijo del profesor primario, le pide que anote, el viejo emite susurros, gruñidos unas cuantas genuflexiones y cierra el dictado con una carcajada emitida al cielo. Entonces con el bastón corretea al chicuelo. Se levanta y emprende el camino de regreso a la ruca donde mora. Los baquianos lo despiden con vitores, le acercan una mula cargada con víveres, cuando llegue a su destino la mula será el alimento de los lobos. En el pueblo el profesor lleva el papel con los garabatos escritos por su hijo al alcalde del pueblo, éste lo lee, respira aliviado apoyando su espalda en su poltrona y manda por los agricultores, para que se reunan en asamblea en la plaza de las piedra. El jefe edilicio sentado en la misma  que el viejo se había instalado al mediodía, comienza a informar que este año será de la papa.  Los agricultores comentan a voz alta y celebran comparten y se vuelven a sus labrantíos. Los semillones guardados por cien años serán sembrados nuevamente bajo la técnica de los brotes. El ojo que todo lo ve ahora es el ojo del buitre que circunda en el vuelo los restos de la mula dejados por los lobos. El viejo se echa a dormir una siesta que durara cien años.Se convierte en piedra.

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