EL HOMBRE DEL ENCIERRO.

Perseguido corre a construír una fábrica de candados.
Sumido en su desesperación, funda una comunidad terapeutica para otros, pero es para si mismo. Encierra a quienes andan con linternas y ganzúas, luego escapa con ellos, queda solo. 
Se hace viajero en el tiempo, se comporta como hace miles de años, recolector y cazador.
Moribundo busca renacer en la roca, en el diamante, en el petróleo, en el copo de nieve.
Busca su auto, compra un robot, una cámara de vigilancia.
Registra su huella dactilar en todo lo que toca.
Sigue en pie, camina con botas de astronauta, luce barba de días.
Piensa en el tabaco más no lo consigue, no lo necesita. 
Toca la pantalla, se mide, se expande.
Vive sin oxígeno, grita, sigue siendo el mismo mientras su cuerpo arde en una hoguera.
Todos quienes le compraron los candados, hacen ronda a su alrededor.

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