Un pedazo de cielo para tus pulmones

En principio la respiración es el único método para estar presente. Me interno hacia el interior de la ruca, siento el crepitar de la llama en medio de la fogata. Algo se prepara en la marmita que cuelga encima, fluyen aromas muy sutiles que se mezclan con el humo de la leña. Desde la penumbra aparece la anciana, una ñaña, una abuela. Sus cabellos largos y canos se observan. No es una ñaña cualquiera, y se muestra hostil a mi visita,  me hace sentir intruso. Hace ademanes para que me retire de ahí y dice:

- ¡Usté no tiene nai da que ver aquí, usté necesita respirar, respirando se va a sanar usté, ahora chao nomá-.

Chao chao chao, la ñaña me echa de su ruca empujándome por donde entré. Afuera de ahí, no había nada, caí a un precipicio y directo al despeñadero. La ñaña  me parece una bruja del bosque que me tiró al vacío.

- Respire respire iñor, ahora tiene aireee- me grita con estruendosa carcajada mientras me desplomo hacia abajo sin nada a que atenerme y ella haciéndose más y más pequeñita a medida . Caigo en medio de la quebrada y no me puedo agarrar a ninguna rama. Me veo hacia abajo y observo unos sauces cada vez más voluminosos y es donde posiblemente voy a sacarme la cresta. Ya en el suelo no me queda más que levantarme, ponerme de pie a orillas de un estero donde las raíces de los árboles por donde ingresé al suelo, recogen los nutrientes para sus ramas y hojas. Muevo los brazos, me giro, me reviso por si tengo algo roto, trato de verificar dolores o impedimentos luego del choque. Miro hacia arriba y sólo veo ramas que crecen en el fondo del abismo donde me encuentro. Empiezo a caminar siguiendo el cauce del rio, me interno entre lo que voy descubriendo para salir de donde estoy. Entonces me voy encontrando con gente que está trabajando. Vi herreros en sus hornacinas con sus fuelles procurando el fuego necesario para templar los metales, al verme me corretean, aducen que los interrumpo. Sigo caminando, les pregunto dónde estoy y no dicen nada, están concentrados en su trabajo. Llego a una chacra, los labradores me echan. Veo una cocinería y también lo mismo. Todos me expulsan con la misma vehemencia que la anciana me expulsó de su ruca. Deambulo entre los distintos oficios, pero nadie de ahí me quiso cerca. Todos los grupos que iba encontrando me echaban de su área de trabajo: Artesanos, orfebres. mimbreros que trabajaban a orillas del rio , bajo los árboles les resultaba una suerte de leproso, un indigente un desconocido a quien se debía impedir la entrada a como de lugar. Sintiéndome un paria, recorrí siguiendo la huella del rio al cual no podía distinguir si iba hacia arriba o hacia abajo. El agua era limpia , demasiado prístina  para poner mis manos sucias en su corriente.  Seguí caminando y de repente me encuentro con otras personas que estaban en el lecho del rio que por cierto no presentaba una corriente muy precipitada ni tampoco mayor profundidad. Esa gente que se estaba bañando vestían de linos blancos y túnicas, pero en realidad no estaban en el agua por divertimento sino que procedían con un riguroso rito bautismal. Los que iban saliendo hacia la orilla se veían enfermos, cansados se arrojaban a la arena pidiendo ayuda. Niños, jóvenes y viejitos desde el agua pura y brillante al barro solicitando ayuda para seguir viviendo. Me acerco a ellos, les tomo la mano a unos, ayudo a otros a reponerse, me dan las gracias, se van recuperando, se alivian a mi contacto. Todos me piden que les sople en la cara, lo cual realizo en forma bastante improvisada y se van recuperando. Me recuerda lo que me dijo la Ñaña:

- Respire respire iñor, ahora tiene aireee- Dijo la Ñaña haciendo chao con su flaquita mano mientras caía hacia el fondo de la quebrada

Y ahora tengo aire, ahora puedo respirar. Llegan más y más personas desde las aguas pidiendo auxilio. Necesitando oxígeno para seguir respirando.  Y se los brindo en mi contradicción  de ser parte de quienes también necesitan aire para respirar.

Los herreros, los labriegos, los artesanos todos en sus labores dándome las espalda sin importar mi labor de rescate, afanados en sus oficios y la gente que salía del rito bautismal solicitando mi ayuda. Me quedé con ellos, los fui ubicando en las piedras esparcidas a orillas del lecho. Los sacaba del barro y los instalaba con mi aliento en un lugar donde se recuperaban. Iban logrando su propia energía.

- Respire respire iñor, ahora tiene aireee- Dijo la Ñaña haciendo chao con su flaquita mano mientras caía hacia el fondo de la quebrada - Respire respire iñor, ahora tiene aireee- Les decía a estos náufragos que purificados por el agua caían sin querer en el barro.    

 

 


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