Nadie está libre de ese beso.
Cuando
cayó el siglo XX, los santiaguinos entramos en una creciente espiral de
actitudes liberales en el vestir. La necesidad de sentirnos cómodos y
flexibles, nos aseguró el ánimo para deshacernos de los pesados
escombros de la rigidez que otrora nos vistió y encasilló en acuerdo a
pautas muy definidas. Pese a la comercialización tanto hippies como punk
contribuyeron en ello considerablemente para romper este estancado
lucir.
El plástico
vestido de hoy en día es nada más que una consecuencia de quienes somos,
sirve de espejo donde podemos reflejarnos como sociedad y darnos
cuenta, (en la medida que nos peinamos y/o maquillamos, nos lavamos los
dientes o sacamos la lengua para ver que tan sanos estamos,) que las
situaciones sociales que nos toca vivir hoy en día, están determinadas
por la flexibilidad y la informalidad.
La
moda del día a día nos ofrece colores diversos cada temporada,
independiente al lugar donde vayamos y con quien nos toque reunirnos,
incluyendo una cita en el cementerio. En cierta manera nos hemos
rebelado de los grises y opacos azules marinos, para abrazar el arcoiris
en todos sus matices.
Desde
cierto tiempo a hoy nos damos cuenta que ya estamos en una condición
muy parecida a lo acuoso, a todo lo que fluye. Esto de la existencia
líquida nos lleva a todos a ser vaciados hacia distintas vasijas. Nada
resulta absoluto y se ve cuando los pactos sociales resultan
escurridizos, cuando lo intangible desmorona hasta las más férreas
convicciones; no sorprende, en este sentido, que en un cortejo funebre
otrora imbuido del profundo luto donde todos los convocados lucían
riguroso negro hoy en día se vea carnavelesco, independiente del
profundo pesar por la partida del ser querido hacia lugares que los
mortales no conocemos.
Por
más que perseveremos en la idea de permanecer con vida, tarde o
temprano la muerte vendrá a besarnos con el beso de la impermanencia.
Nuestros cuerpos se los llevará la madre tierra por el camino de la
putrefacción para terminar tal cual vemos las estrellas en el
firmamento, solo polvo en el polvo, fragmentos infinitesimales de un
tiempo y espacio que no perdurará. Asi los trajes que nos ponemos para
primero protegernos ante un medio ambiente inclemente, segundo, mostrar
a la sociedad quienes somos para tercero tirarlo a la basura o en el
mejor de los casos, donarlo a alguien de menor jerarquía. Asimismo el
cuerpo nos hace humanos, da forma a una energía y una experiencia, se
nos irá para nunca más volver.
La
moda hoy informal flexible viste a una humanidad liquida, carente de
mayor formalidad para permanecer sostenidamente en la dimensión espacio
temporal más allá de un brevísimo plazo.
Sólo
nos queda entrar en la conciencia de lo que nos permite Ser y fluir en
este mundo, lo que denominamos cuerpo. El mismo que observamos cada vez
en el espejo, es sólo ropa de temporada, pronto a lucirse en una
experiencia tan significativa como es nacer o dar vida, que es la
muerte.
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